Artículo escrito en 2007 por Isidro Nieto, ciclista de la comarca Sierra Sur de Jaén.
…Algo debe de tener un deporte llamado «ciclismo», pese:
A los intereses descarnados de las casas comerciales, a la mala fe de los estamentos deportivos, a las envidias y puñaladas traperas de los mismos compañeros de viaje, al oscuro y farragoso mundo del doping, a la hipocresía y desfachatez del ciudadano de a pie, a los conductores agresivos y temerarios de nuestra red de carreteras, al político convenenciero que se arrastra como rata de alcantarilla por salir en la foto cuando corren «buenos aires», al intento de «industrializar» un deporte que vive de la épica, la aventura y el coraje, al poco tirón que despierta en las nuevas generaciones, a lo poco que abultamos y lo mucho que molestamos en ruta, al frío, al calor,, a la lluvia, al sufrimiento elevado a la enésima potencia, a la tortura de los puertos despiadados, a la poca estima que generamos en nuestro entorno e incluso en nuestra propia familia, a los madrugones mañaneros de cada domingo, a la dura disciplina a la que nos sometemos voluntariamente, a la vecina del quinto, que le hierve la sangre viendo cómo malgastamos nuestras fuerzas viriles pudiendo emplearlas en otros menesteres….
Una imagen vale más que mil palabras y doy testimonio de ello:
Corría el año 2004. El mes de Agosto estaba en pleno apogeo. En una tarde tenebrosa de truenos, relámpagos, viento y lluvia, ascendíamos el mítico y legendario TOURMALET. Todo lo teníamos en contra menos nuestra ilusión. El amigo JUAN, a quien cariñosamente apodamos «EL ABUELO», se debatía en una lucha infernal contra el COLOSO. Un pulso de tú a tú, no había vuelta atrás… Se había preparado todo el verano para este momento; por su mente no pasaba ni remotamente arrojar la toalla. Combatía solo. En los momentos más cruciales de nuestra existencia hay que luchar en soledad para sacar lo bueno y mucho que llevamos dentro.
Le faltaban apenas 300 metros para coronar la cima y, en un arranque de rabia, euforia y pasión contenida, le veo golpear con el puño al viento… al aire del majestuoso TOURMALET… y al manillar de su «potro de tortura». En este preciso momento el tiempo se paró, algo se quebró en su interior y presencié en directo la escena que más me impactó -esa imagen grabada en la retina vale por todo el viaje-, verlo llorar de emoción. Lloraba desconsoladamente como un niño perdido en los brazos de su madre, como un torrente desbordado tras una impetuosa tormenta, lloraba de alegría, lloraba por los sufrimientos padecidos, lloraba por los seres queridos en la lejanía, por tanta lágrima reprimida, porque aunque fuera solo por esa fracción de segundo, era consciente de que su vida había tenido sentido.
Sin mediar palabra, ni saludos, ni felicitaciones, ni nada que enturbiara semejante acto de humildad, nos abrazamos y… ¡¡lloramos!!.
Algo debe de tener este bendito deporte llamado CICLISMO cuando, sin previo aviso ni consentimiento alguno, hace florecer tal cúmulo de emociones.
Texto escrito por Isidro Nieto en 2007. Vídeos e imágenes del Dessafio de la Sierra Sur de Jaén
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