La brevet de la Alcarria se está convirtiendo en un clásico en el calendario de pruebas ciclistas de larga distancia en el centro de la península. La prueba discurría por las provincias de Madrid, Guadalajara y Cuenca, saliendo de Loeches el viernes 26 de Abril a las 20:00 h. Comenzamos la ruta varios grupos numerosos, formados en general por veteranos del mundillo de la larga distancia. Los del Pakefte decidimos que haríamos una brevet tranquila, pero en estos primeros kilómetros rodamos en grupo. Hasta el amanecer conviene agruparse para hacernos compañía y evitar incidentes.
La primavera es engañosa; el sol invitaba a vestirse de corto y disfrutar de un día aparentemente bueno, pero se trataba de rodar durante toda la madrugada, lo que suponía cruzar varios valles.
En varios puntos nos encontramos temperaturas realmente bajas, como en el valle del Tajuña, antes de llegar al primer control de Tomelloso (km. 92) o en la zona de los embalses del Tajo.
En plena madrugada subimos un puerto de cierta consideración, con 10 kilómetros de ascenso desde Pareja hasta Escamillas. La subida, en medio del silencio nocturno, fue muy agradable, pero la bajada posterior y las horas que precedieron al amanecer fueron verdaderamente gélidas.
Amaneció llegando al segundo control de la jornada, en Villalba de la Sierra, kilómetro 230. Varios integrantes del grupo que había rodado compacto durante toda la noche se fueron por delante, mientras que cuatro ciclistas del Pakefte decidimos rodar más tranquilos a partir de ese punto y nos quedamos más tiempo en el desayuno.
Ya de día entramos a la ciudad de Cuenca por el carril bici junto al río Júcar, que nos regaló preciosas vistas de las Casas Colgadas. El cansancio se acumulaba y el rodar se hizo muy cansino en la subida hasta Carrascosa del Campo, donde además nos encontramos viento de cara. Nos sentamos en una terraza de Carrascosa, descansamos y pedimos un menú que nos permitió reponer fuerzas. Poco después tomamos un café en el control de Uclés, en el kilómetro 320, para afrontar los últimos kilómetros de la jornada hacia el noroeste. La cantidad de insectos que proliferaban por el campo convirtió algunos tramos del trayecto en un suplicio porque nos iban golpeando en la cara e introduciéndose por las ranuras del casco. Al llegar a Estremera remitió la cantidad de insectos en el ambiente. Cruzamos el valle del Tajuña de nuevo, esta vez por Carabaña, y afrontamos los últimos kilómetros hasta Loeches con energías justas, pero suficientes para llegar a nuestro destino.
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