De Astorga a Santiago de Compostela. Una aventura improvisada

Sin tenerlo previsto, este verano me he visto metido en la pequeña aventura de recorrer el Camino de Santiago Francés, desde Astorga hasta Santiago.

Me lo propuso mi cuñado un par de días antes de iniciar sus vacaciones, ya que lo estaba planeando con su yerno Juan Pedro, un voluntarioso chaval de 24 años, con no demasiada experiencia ciclista, y su hermano Alejandro, que también andaba iniciándose en el ciclismo. Yo tenía pensado pasar unos días tranquilos en mi pueblo de Jaén, pero ante la posibilidad de correr esta aventura en equipo, de repente me vi pedaleando a 1000 kilómetros de mi pueblo y casi 20 grados centígrados menos.

Cada peregrino construye su propio Camino de Santiago. En nuestro caso, pensamos en recorrer unos 260 km del Camino Francés desde Astorga, divididos en 5 etapas, que diseñé para que fueran asequibles para todos e interesantes, ubicando los finales de etapa en puntos estratégicos.

Etapa 1: Astorga – Ponferrada (57 km – Desnivel: 820 m)

El Lunes 17 iniciamos la etapa en la estatua del Peregrino junto al Albergue de peregrinos Siervas de María. Pasamos por Castrillo de los Polvazares, desayunamos en el Albergue El Pilar (Rabanal del Camino) y subimos a la Cruz de Ferro, donde dejamos unas piedras procedentes de nuestros lugares de origen, convenientemente dedicadas. En mi caso, la rotulé con el nombre del paraje donde la había recogido («Nacimiento del Río San Juan, Castillo de Locubín, Agosto 2020″). En el descenso al Bierzo empezó a llover con fuerza y llegamos a Ponferrada completamente empapados.

 

Etapa 2: Ponferrada – Pedrafita do Cebreiro (54 km – Desnivel: 1000 m)

El segundo día pensábamos subir a O Cebreiro, pero este Camino de Santiago se puso muy complicado en lo meteorológico. Atravesamos los viñedos de Villafranca del Bierzo entre lluvia y barro y llegamos a la vega del río Valcarce cansados y mojados. Vimos que la subida por la Faba podía ser un infierno de niebla y lluvia, así que optamos por la vía alternativa y subimos a Pedrafita directamente por carretera. Las previsiones para el día siguiente eran mucho mejores; decidimos posponer la subida principal.

 

Etapa 3: Pedrafita do Cebreiro – Portomarín (84 km – Desnivel: 1600 m)

El perfil previsto (mostrado a la derecha) iba a ser suave, pero no nos habíamos quedado contentos por no haber subido a La Faba el día anterior. Como el miércoles 19 amaneció con buen tiempo, cometimos la locura de volver a bajar a Las Herrerías para subir a O Cebreiro por la Faba. Así, esta etapa quedó dividida en dos: una primera parte durísima, con la subida a O Cebreiro por un camino muy poco ciclable, y una segunda parte larga y pesada hasta Portomarín. Comimos en Sarria, a falta de 20 kilómetros para llegar al destino. Al final del camino, para no variar, volvió a llegar la lluvia acompañada de fuertes vientos, haciendo muy dura la llegada a Portomarín.

Sector 1: Pedrafita – O Cebreiro (por La Faba)

Longitud: 16 km – Desnivel: 639 m.

Sector 2: O Cebreiro – Portomarín

Longitud: 68 km – Desnivel: 900 m

Etapa 4: Portomarín – Ribadiso (53 km – Desnivel: 930 m)

El jueves 20 estaba destinado a ser el día más plácido del Camino de Santiago. De hecho, amaneció soleado y tranquilo. Decidimos hacer esta etapa con calma, desayunando tranquilamente en Portomarín, antes de comenzar, y parando a comer en una típica pulpería de Melide, a falta de 10 kilómetros para el final.

No contábamos con la dureza de los interminables repechos que jalonaban todo el camino. Al final, mis compañeros especulaban si no sería esta la etapa más dura y engañosa de toda nuestra peripecia.

 

Etapa 5: Ribadiso – Santiago (43 km – Desnivel: 750 m)

Y para cerrar la semana, el viernes 21 todos los elementos se aliaron contra nosotros. Galicia nos tenía preparada una despedida a la altura de su fama, o incluso más.

No paró de llover con ganas desde el mismo momento del desayuno hasta que alcanzamos el Monte do Gozo. Las pistas y senderos se convirtieron en barrizales muy complicados y en los tramos de carretera no teníamos ninguna visibilidad. El cielo se desplomaba sobre nuestras cabezas.

Pero finalmente alcanzamos nuestra meta en este Camino de Santiago sin incidencias técnicas ni mayor inconveniente que el de llegar empapados. Nada que no solucione la alegría del reto superado y una buena ducha caliente.

 

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