Cuatro años después he saldado mi deuda con la París Brest París. No quería volver a terminar en la agonía que supuso la edición de 2019 y me preparé muy bien durante todo el año. Quería llegar en buena forma y con la mentalidad adecuada para afrontar esta imponente prueba ciclista. Y lo conseguí. Ahora casi puedo caer en la arrogancia si digo que la aventura «ha sido fácil»…

 

 

Dice mi amigo Paco: «puedo estar afilando el hacha tres días para cortar el árbol en tres minutos«. Y ese ha sido el resumen de mi temporada ciclista. Una buena planificación, dos series completas de brevets, mucho entrenamiento de rodillo, mucha constancia y una cantidad de kilómetros acumulados como nunca antes en mi vida (antes de Agosto ya había alcanzado los 8500 km en la temporada). En los últimos meses tenía algunas molestias en el aductor izquierdo y en la planta del pie derecho, que me hicieron temer una lesión. Afortunadamente no llegaron a mayores.

Me presenté en la París Brest París con una gran motivación, acompañado de dos grandes amigos del Pakefte, el bueno de Marcin Gryszko, que ya me acompañó en las dos ediciones anteriores, y Yolanda Hernández, que se estrenaba en el mundo de las superbrevets. Ambos en una excelente forma física, lo que nos invitaba a ser muy optimistas.

Y con estos mimbres, la prueba salió como salió. Fue divertida, intensa, por momentos dura (por las pendientes incorporadas al recorrido y el tremendo calor que hizo por las tardes) y en general muy satisfactoria para la mayoría de los participantes conocidos. Conseguimos finalizar en 86 horas y 59 minutos, lo que no tiene mayor importancia, pero significa que tuvimos un margen de tiempo bastante holgado. Más si se tiene en cuenta que nos detuvimos en el control de Dreux unas 4 horas, que podríamos haber usado como colchón en caso de apuros. En resumen, prácticamente clavamos el plan estratégico que habíamos establecido anteriormente.

Jornada 1: Rambouillet – Huelgoat (540 km, 4900 metros de desnivel):

Salimos bastante rápido y fuimos liderando grupos durante los primeros 100 kilómetros, alcanzando una media de más de 28 km/h hasta el control de Mortagne au Perche, donde nos detuvimos para comer algo, a pesar de que no era obligatorio. Este tramo suponía pasar toda la primera noche pedaleando, pero no tuvimos problemas de sueño. Pasamos por los controles de Villaines la Juhel y Fougeres, donde amaneció. En algún momento se unió a nosotros Toño Franco, un compañero de Zaragoza que se había descolgado de su grupo y sentía malestar de estómago. Lo resolvimos con una pastilla de Omeprazol (que yo siempre llevo encima por mis problemas crónicos de esófago y estómago) y Toño nos acompañó el resto del día, aportando una interesante conversación sobre muchos temas, entre otros la docencia (es profesor de Educación Física). Así pasamos el control de Tinteniac y  A eso de las 15 h nos atacó el sueño, coincidiendo con las máximas temperaturas del día, alrededor de 35 grados. Encontramos una pequeña praderita junto a la carretera, en la que nos tumbamos a descansar 15 minutos. Esto es lo que llamamos «microsueño», y suele ser muy efectivo para despejarse y poder continuar hasta el control de Loudeac. A lo largo de todo el recorrido de la París-Brest-París es muy común ver ciclistas tendidos por las cunetas, parques y suelos de los controles, haciendo estas pequeñas siestas para poder continuar. Llegamos al control de Carhaix-Plouguer a la hora de la cena y allí nos separamos de Toño. Nosotros continuábamos hasta Huelgoat, donde teníamos reserva en un hotel, junto con un grupo de ciclistas andaluces.

Jornada 2: Huelgoat – Tinteniac (320 km, 3500 metros de desnivel):

Iniciamos la segunta etapa bastante descansados, gracias a las horas de sueño de calidad en el alojamiento. Llegamos a Brest a la hora del desayuno, con la euforia de haber completado el camino de ida. Ya solo faltaba volver al punto de partida. En esta ocasión no se cruzaba el mítico puente de Brest a la llegada, sino a la salida. Perdimos bastante tiempo en una boulangería (nos apetecía comer unos croissants) y haciendo miles de fotos y vídeos en el puente. Al fin y al cabo, era seguramente el momento más mítico de toda la prueba. Se unieron a nosotros José Luis Domingo, de Tres Cantos, y Joaquín Almirón, el benjamín de la expedición de la FECT.

De vuelta a Carhaix pasamos por los tramos que han incorporado a la prueba en esta edición, plagados de subidas con bastante porcentaje. La dureza de estos segmentos hizo que nuestra velocidad media se desplomara. Camino de Loudeac empezamos a dar síntomas de cansancio y costaba mantener el grupo unido. En la cena, algunos decidieron quedarse en Loudeac, mientras que Marcin, Yolanda y yo decidimos continuar hasta Tinteniac, siguiendo el plan previsto. Otros ciclistas, como Riki de Cáceres y Joaquín Almirón (y creo que también los amigos Dani y Toño de Getafe) decidieron quedarse en Quedillac, un punto intermedio que facilitaba la organización, en el que no había control de tiempos.

Llegamos casi a las 2 AM, lo que supuso que esta noche tuviéramos que restar un par de horas al sueño.

Jornada 3: Tinteniac – Dreux (310 km, 2700 metros de desnivel):

En Tinteniac no pudimos desayunar porque el barracón donde nos habían mandado a dormir estaba lejos de la sede principal del control, y no tenía cafetería. Era preferible salir directamente a la ruta. La jornada amaneció algo brumosa y se presentó como la más aburrida de la ruta, porque acumulábamos algo de cansancio, sueño y frío. Pronto se despejó el cielo y subió la temperatura. Desayunamos en Fougeres y continuamos la ruta. Antes de llegar a Villaines la Juhel teníamos bastante calor y nos paramos en un chiringuito a tomar un helado. Ya en Villaines hicimos la comida principal y nos dispusimos a afrontar los últimos 200 kilómetros de ruta. En la llegada a Mortagne au Perche me sentía pletórico. Subí el cuestarrón de entrada al pueblo con mucha fuerza, adelantando a todos. Crucé muy contento el arco de entrada al control, delante de mucha gente que aplaudía a los ciclistas que llegaban.

Cenamos y nos dispusimos a afrontar el último tramo del día, camino de Dreux. Desde allí ya solo nos quedarían 46 kilómetros hasta la meta. Llegamos alrededor de la 1:30 AM. Tuvimos la tentación de seguir para acabar la prueba ya en la madrugada del jueves 24, pero finalmente el sueño nos hizo desistir. Era preferible dormir tranquilamente en Dreux y continuar a primera hora de la mañana. Dormimos 4 horas hasta las 6 AM.

Jornada 4: Dreux – Rambouillet (46 km, 300 metros de desnivel):

La última  jornada fue muy tranquila. Solo constaba de 46 km sin apenas desnivel. Sin darnos cuenta, a las 8:30 h AM estábamos cruzando la línea de meta en Rambouillet. La verdad es que llegamos muy enteros y satisfechos de haber cumplido el plan prácticamente tal como lo diseñamos.

Resultados finales:

Agradecimientos

Esta París-Brest-París me ha permitido borrar los malos recuerdos de 2019 y quedar satisfecho. Para mí ha sido muy importante el apoyo de mis compañeros del Pakefte, Marcin y Yolanda, con quienes he realizado varios brevets esta temporada, consiguiendo un gran nivel de compenetración.

Gracias al apoyo de la FECT y las facilidades que nos ha proporcionado para la prueba, como las carpas instaladas en los controles de Villaines la Juhel y Loudeac, donde pudimos enviar bolsas con ropa y repuestos, además de encontrar comida, colchonetas y un estupendo café caliente que nos sentó de maravilla. Mi agradecimiento a los voluntarios: Antonio Paredes, Rubén de Diego, Manolo Arias, Manuel Vállez «Capi» y Paqui Moya. No hay suficientes palabras para agradecer su atención.

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