Desde que conocí la noticia no puedo dejar de pensar en ella. Una chica joven, de 24 años, llena de sueños, proyectos e ilusiones. No sé si tenía trabajo o si había estado celebrando el fin de los exámenes. No sé cómo era su vida… sólo sé que apenas empezaba a construirla. Eran las 4:00 AM. Conducía un Mercedes ML gris, y en ese momento, como en tantos otros momentos y como tantos otros conductores, tomó la decisión. Un giro ilegal de 180 grados en una calle ancha de cuatro carriles, aprovechando que no venían coches de frente ni por detrás… Una mirada rápida a ambos lados, girar el volante al máximo y acelerar a tope para hacerlo lo antes posible.
No podía imaginarse que en ese preciso instante se iba a topar con el más débil. Javier acababa de sacar una bicicleta de la estación de alquiler público número 158. Un vehículo ligero, ágil y eficiente para desplazarse por la ciudad. Un vehículo ideal, pero frágil.
Ella no quería atropellarlo. Ella seguramente intentó esquivarlo cuando se percató de que se echaba encima… Cuando ya era inevitable. Y se produjo la tragedia. Un momento que ella no olvidará nunca. Que la perseguirá en sueños durante toda la vida… Y tomó la decisión… Su coche había sufrido daños, pero funcionaba. Seguramente no era consciente de lo que hacía, pero en ese momento optó por la alternativa más cobarde. Aceleró y salió rápidamente de allí. Se arrepentía profundamente de lo que había hecho, pero no podía asumir las consecuencias. Tenía demasiadas cosas que perder en su vida. Huyó.
Dos días después, más de cien ciclistas recordábamos a Javier en una emotiva concentración, pidiendo responsabilidad a los conductores y medidas a los gobernantes. El presunto asesino estaba siendo buscado por la policía.
Ella no dio el paso. No se arrepintió ni se presentó a declarar voluntariamente, pero el desenlace no tardó mucho en llegar. Los rastros del lugar del accidente y grabaciones de las cámaras de la ciudad permitieron que la Policía la identificara.
La noche del 10 de Marzo fue detenida. Ha pasado su primera noche en la comisaría y se le presenta un panorama oscuro.
Quizá pase unos años en la cárcel, quizá se rompan sus proyectos e ilusiones. Quizá… o quizá no. La experiencia nos demuestra que las imprudencias al volante nunca son suficientemente castigadas. La ley es demasiado blanda con estos casos y seguramente no se le aplicará una condena muy grave… incluso seguro que el propio Javier la habría perdonado.
…pero a ella le quedará un castigo mucho mayor, que pesará sobre su conciencia mientras viva. Porque no podrá evitar despertarse sobresaltada recordando ese momento, esa decisión que cambió su vida. Si hubiera realizado el giro correctamente, esto no habría pasado. Si hubiera pensado que podría haber otro usuario de la vía, que no todos son coches, que alguien puede salir de improviso… si hubiera sido más prudente… pero sobre todo… si no hubiera huido…
Y querrá volver atrás, vivirlo de nuevo… y cambiar aquella maldita decisión.
Como hay algunas personas que están vertiendo críticas sobre este artículo porque les parece demasiado «buenista», aprovecho para reflejar mi opinión personal (como autor del artículo) sobre la protagonista. Que la hayan detenido en su casa cuatro días después es para que le caiga toda la justicia encima, con todos los agravantes posibles. Porque cuatro días después ya no hay ningún tipo de enajenación mental. Había tenido tiempo de arrepentirse. El propósito de mi artículo era precisamente provocar al lector para que piense lo fácil que es cometer un error TAN grave y pagarlo toda la vida. Porque muchas personas se creen que coger un coche es un juego, y no se dan cuenta de que llevan un arma entre las manos. Sabía que mi artículo a algunos ciclistas les iba a parecer «blando», pero lo que buscaba precisamente era reflejar la permisividad de la sociedad. He utilizado la empatía con el criminal para darnos cuenta de que conducir es algo muy serio. Y en última instancia, concienciar de que las normas están por algo, y si no podemos saltarnos los semáforos o conducir a más de 50 por la ciudad no es por capricho. Si esa conductora hubiera circulado a 30 km/h (la velocidad máxima del carril donde se produjo el accidente), no habría tenido consecuencias mortales. Estoy cansado de escuchar críticas a los radares y al «afán recaudatorio», cuando yo creo que debería haber MUCHÍSIMO más control del que hay. Lo que hay ahora mismo es demasiada impunidad para las conductas al volante. Lo vemos cada vez que salimos a la carretera. Y demasiada laxitud con la ley. Espero que no se malinterprete el sentido de mi artículo y se entienda este punto de vista. Gracias.
Absoluto